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domingo, 16 de febrero de 2020

Leyenda de Rómulo y Remo

Loba Capitolina amamantando a Rómulo y Remo
El poderoso Marte, hijo de Júpiter y dios de la guerra, tuvo dos hijos gemelos con la princesa Rea Silvia, hija de Numitor, rey de Alba Longa (antigua ciudad del Lacio situada en los montes Albanos). Según la leyenda, Silvia descendía de Eneas, famoso héroe de la guerra de Troya, hijo del príncipe Anquises (primo del rey Príamo de Troya) y de la diosa Afrodita.
Numitor fue destronado por su hermano Amulio, quien ordenó a Silvia hacerse “vestal” (sacerdotisa de Vesta). El impostor Amulio, enterado del nacimiento de los niños, ordenó a un siervo matar a los recién nacidos y así acabar con su estirpe, pero el lacayo se apiadó de los niños y los puso en una cesta que dejó en el río Tíber y la corriente los arrastró. Los gemelos fueron transportados por el río y arribaron a la orilla, al pie del monte Palatino, donde fueron milagrosamente salvados por una loba llamada Luperca (la famosa “loba capitolina”), que los acogió en su cueva, protegió y amamantó.
No muy lejos de aquel lugar, en una vivienda muy pobre, vivía un viejo pastor llamado Fáustulo con su esposa Aca Larentia. El pastor encontró a los dos bebés, los llevó a su casa y la familia los adoptó. Cuando se hicieron adultos los hermanos fueron informados de su historia y decidieron regresar a Alba Longa, lugar de sus orígenes. Allí mataron al impostor rey Amulio y liberaron a su abuelo, el legítimo rey Numitor, devolviéndolo al trono.
Tras este episodio, Rómulo y Remo se propusieron edificar una nueva ciudad en el mismo lugar en el que fueron encontrados por la loba. Decidieron que uno construiría el pueblo y que el otro ayudaría. Tras preguntar a los dioses, Rómulo se fue a la cima del monte Palatino y Remo a la cima del monte Aventino. Convencido Rómulo de que él había sido el seleccionado por los dioses, tiró su lanza en el monte para encontrar el lugar adecuado. Una vez clavada en el suelo, la lanza de madera se convirtió en el Corniolus, el árbol sagrado de Roma.
Para la fundación de la nueva ciudad, los hermanos siguieron los ritos tradicionales de su época. Con la ayuda de una vaca y un toro blanco, Rómulo usó un arado para trazar la cerca de la ciudad. Pero entonces ocurrió algo impensable: Remo saltó sobre el surco, violando la línea de la futura muralla, cometiendo un sacrilegio que se pagaba con la pena capital, pues la muralla se trazaba para ser inviolable. Y, de acuerdo con la ancestral tradición, para que los dioses impidieran que en el futuro la muralla fuese vulnerada de nuevo, Rómulo se enfrentó a su hermano en lucha fratricida y lo mató con la espada.
La tradición afirma que Rómulo fue el primer rey de Roma y que gobernó aquella ciudad hasta que desapareció durante una tormenta, muchos años después, llevado, según cuentan, por su padre el poderoso Marte, hijo de Júpiter y dios de la guerra.

lunes, 10 de febrero de 2020

jueves, 6 de febrero de 2020

Sobre la numeración romana y el número cero

Han pasado algunos siglos desde que los números romanos dejaron de sernos útiles y, pese a haber caído en desuso, esta numeraración sigue ejerciendo en nuestros tiempos una fascinación sobre las mentes inquietas.
La noción de "número" y de "contar" se remonta a las épocas más cercanas a nuestra Prehistoria, y es más que probable que no haya sobre la faz de la Tierra, en la actualidad, ningún grupo humano que no tenga alguna noción de los números.
Con la invención de la escritura, en aquellos momentos en los que separamos Prehistoria e Historia, necesariamente hubo que escribir los números. Además, el primer material escrito aparece relacionado con labores de contabilidad de los templos mesopotámicos y egipcios.
Parece evidente que los seres humanos pudieron empezar a contar con los dedos de las manos. Si utilizamos una sola mano en la operación, agruparemos los números en grupos de cinco, si usamos las dos manos para contar, lo haremos en grupos de diez, pero si utilizáramos también los dedos de los pies podríamos hacerlo en grupos de veinte.
Diez símbolos se antojan un término medio, de modo que en varias culturas como la antigua babilónica contaban en base diez, empleando signos cuneiformes. Los griegos se organizaron utilizando letras del alfabeto ordenadas relacionándolas con los números. No obstante, los griegos tuvieron problemas para memorizar más de veinte símbolos diferentes, mientras que en el sistema babilónico se debían memorizar solamente tres. Además, los griegos se podían distraer fácilmente mezclando letras y números.
Los romanos, grandes observadores de su entorno, se fijaron tanto en el sistema griego como en el babilónico. Utilizaban letras pero no en orden como los griegos, sino que usaban sólo unas pocas que repetían si era necesario.
Los números I, II, III y IIII, parece que tuvieran relación con la extensión de los dedos de la mano, pero el número V podría ser la uve formada por la oposición del pulgar con los otros dedos y el diez X serían las muñecas cruzadas. La L es el cincuenta, el cien C procede de centum, la D es quinientos y la M es el número mil, que viene de mille.
Los romanos utilizaban cinco más uno para escribir VI (seis), y cinco menos uno para escribir IV (cuatro). Por convención sólo se acepta restar un símbolo, de modo que nueve se escribe IX, pero ocho es VIII. El número cuatro solía ponerse IIII en vez de IV, posiblemente debido a ser coincidente con las primeras letras de la palabra IVPITER (el poderoso dios Júpiter).
Con estos símbolos los romanos podían escribir hasta el número MMMMCMXCIX (4999), pero los romanos no permitían que un símbolo se repitiera cinco veces, por lo tanto colocaron una barra o línea sobre el símbolo numérico que quería decir que se trataba de miles:
__
III= tres mil

No obstante, a pesar de llevar miles de años teniendo nociones de la nada, al ser humano le llevó cerca de cinco mil años en concebir un símbolo que representara la nada. Parece que fue en la India donde apareció esta originalidad, aproximadamente en el siglo IX. Recogido por los árabes, que lo llamaban céfer (vacío) dio origen a la palabra cero. El nuevo sistema llegó a Occidente desde la lejana Asia y aquí lo llamaron numeración arábiga al aprenderlos de los árabes.
Este sistema novedoso terminó con la confusión entre números y letras y trajeron una gran simplicidad al cálculo aritmético, también con la presencia del número cero.

Basado en Isaac Asimov: De los números y su Historia